La emperatriz de Austria, Elisabeth de Baviera, o como todos la conocemos Sissi, vivió una vida muy estricta marcada por dietas, ejercicio y preocupación por la belleza y la moda. La imagen que se ha dado de ella es el de una princesa feliz viviendo una historia de amor de cuento junto al emperador Francisco José pero la realidad fue muy distinta.
A los dos años de casada, Sissi ya tenia dos hijas, Sofía y Gisela, a las que no había podido educar ella misma ya que la archiduquesa no confiaba en la joven de 16 años para desempeñar ese papel. En 1857, el emperador viajó a Hungría por asuntos de estado y llevó consigo a Sissi y a sus dos hijas. Este viaje dejaría hundida a Sissi, pues su hija Sofía de 2 años de edad falleció repentinamente. La emperatriz nunca se recuperó y siempre se sintió culpable de lo ocurrido cayendo en una depresión. Sin embargo, un año después volvió a quedar embarazada y dio a luz al príncipe Rodolfo. Aunque la archiduquesa no tardó en quitarle a su hijo para darle ella una educación acorde con sus principios. Esa primavera, Francisco José partió a la guerra y fue la gota que hizo que Sissi abandonara por completo sus obligaciones y pasó a vivir recluida en sus aposentos.
A partir de ahí empezó a llevar una vida insana y extravagante La emperatriz dormía poco, tenia numerosas crisis de angustia y desarrollo anorexia nerviosa. Después de los partos, Sissi empezó a inventarse unas dietas y hábitos alimenticios para mantener su figura. Compensaba estrictas dietas con atracones de pasteles y seguía todo esto con un fanatismo que impresionaba a todos. Un consomé compuesto por una mezcla de carne de ternera, pollo, venado y perdiz; carne fría, sangre de buey cruda, leche, tartas, pasteles y helados constituían los alimentos principales de la emperatriz. Nunca tomaba verduras ni fruta, solo las naranjas. Normalmente se excusaba de las comida ya que no le gustaba comer en publico.
Durante un tiempo se aficionó a la caza del zorro y se dejó influenciar por las dietas de los jinetes ingleses. Estas consistían en bistec crudo y leche, gusto que compartía con su marido.
Una de las pasiones de Sissi era la equitación. Pasaba horas montado a caballo casi todos los días Montaba de lado y lucía elegantes trajes de amazona. La emperatriz era muy perfeccionista y una vez subida a su caballo hacía coser su traje de falda larga para que los pliegues tuvieran la caída perfecta. Le gustaban los deportes que podía practicar en solitario como la natación, el senderismo, la esgrima y la bicicleta, a la que aprendió a montar a los 50 años.
Estaba obsesionada por mantener su peso en 50 kg y conservar su famosa cintura de avispa, de tan solo 47 cm. Esto era difícil teniendo en cuenta que la emperatriz medía 1´72. Tenia un frenético afán por moverse y había prohibido poner sillas en sus salas de audiencia. Solía pasear 4 o 5 horas diarias y cabalgaba hasta agotarse. La gimnasia era otra de sus actividades favoritas y mandó colocar en todos sus palacios barras, paralelas y anillas. Su cintura apenas cambio con el paso de los años y no dudaba en recurrir a ceñidos corsés que con frecuencia le producían ahogo y mareos.
Sissi se sentía agobiada por la fama que tenia su belleza. En sus apariciones tenia que enfrentarse a miradas curiosas y criticas del pueblo y los cortesanos. Sin embargo, era su largo cabello y sus originales peinados lo que provocaba mayor admiración. La emperatriz hacía teñir su cabello color rubio oscuro en un tono más castaño. En una ocasión dijo "Soy esclava de mis cabellos". Tenia un pelo sano y abundante que cuidaba con esmero y mucha paciencia. Normalmente lo llevaba recogido porque le pesaba tanto que le provocaba horribles dolores de cabeza. Se lo lavaba cada 3 semanas con costosas esencias y la ayuda de una mezcla de coñac y yema de huevo. Este proceso requería un día entero en el que la emperatriz no estaba para nada más. El peinado diario de su melena requería 3 horas y vestirse otras 3 horas más. Aprovechaba ese tiempo para leer, escribir cartas o tomar lecciones de griego y húngaro. Sólo podía peinarla su peluquera, Fanny Angerer, y si su peluquera enfermaba, Sissi cancelaba todos sus compromisos oficiales.
En esa época aun no había cosméticos pero la emperatriz ya usaba innovadores cuidados corporales. Para mantener el rostro terso se aplicaba mascarillas de carne fresca de ternera, o de fresas trituradas y tomaba baños de aceite de oliva caliente para proteger la suavidad e su piel.
La emperatriz no tenia tiempo para compromisos oficiales o familiares, vivía solo para su belleza y su salud.